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viernes, 6 de julio de 2012

Pequeños.

Mi mirada se pasea por el parque. Ese parque en el que ya hace tantos años yo jugaba como los niños juegan ahora en él. Sin importancia, sin miedos, sin rencores, con inmadurez, sin presiones, sin reglas. Solo juegan, ingenuos de la realidad como todos lo hemos sido alguna vez. Un niño juega solo, esta en una esquina, jugando con un balón. Esta apartados de todos los demás niños, ni el se acerca a ellos y ellos, ni siquiera le miran. Parece que no estén ni sus padres cerca, parece que este solo. Parece tan indefenso, tan niño. No tendrá más de 7 años. Su pelo moreno esta despeinado y simplemente le da balonazos a la pelota. Un niño se acerca corriendo a él, le coge la pelota y la lanza lejos, al otro lado del parque, entre los matorrales. El niño sale corriendo en esa dirección, con lagrimas en los ojos. No lo soporto, es impulso. Me levanto del banco y le sigo corriendo, metiéndome con él en los matorrales. Sólo se le oye a él llorar. Me acerco a él, lo cojo en brazos y le abrazo acariciándole el pelo.
-Pequeño, ya esta.
Él sigue llorando, ni siquiera intenta bajar de los brazos de una desconocida, de mis brazos. Sigo acariciándole el pelo, acercándome a la pelota lentamente. Lo bajo y le seco las lágrimas con mis manos.
-¿Cómo te llamas?
-Ivan...-Me contesta con timidez, cogiendo el balón del suelo.
-Ivan, no dejes que los otros niños puedan contigo. Tú eres igual que ellos, no dejes que te hundan ¿Vale pqueño? Eres fuerte, que no se te olvide.
Le doy un beso en la frente y veo como el asiente, como se termina de secar las lágrimas y sale corriendo de allí con la pelota en las manos. Le miro alejarse, mientras me siento en el suelo contra un arbusto y las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas.

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